La suplantación de identidad refleja una crisis de crimen en Nuevo León que avanza sin que exista una estrategia estatal clara para frenarla. Desde noviembre de 2021 hasta mayo de 2025, el estado ha acumulado 43 meses consecutivos registrando más de 100 casos al mes. La situación se ha tornado especialmente preocupante tras el último informe de la Fiscalía General de Justicia de Nuevo León, que reportó un repunte del 45% en mayo, al pasar de 111 a 161 casos en apenas un mes.
Este fenómeno no solo revela una vulnerabilidad en materia de seguridad digital y protección de datos personales, sino que también expone la ausencia de un plan sólido por parte de las autoridades para proteger a la población. En total, desde 2013, cuando se empezaron a contabilizar estos delitos, se han acumulado 12,541 casos de suplantación de identidad en el estado.
Cifras alarmantes y sin freno
Antes de 2021, superar la barrera de los 100 casos mensuales era algo excepcional en Nuevo León. De hecho, entre julio de 2013 y octubre de 2021, solo se habían rebasado los 100 casos en seis ocasiones. Septiembre de 2018 marcó la primera vez que el estado registró más de 100 delitos en un solo mes, cerrando con 104 denuncias. Posteriormente, se repitió en agosto de 2019 con 111 casos, en febrero de 2020 con 128, y en algunos meses aislados de 2021.
Sin embargo, a partir de noviembre de 2021, cuando se documentaron 143 casos, la tendencia cambió de manera drástica. Diciembre de ese mismo año cerró con 194 denuncias, y desde entonces la cifra no ha descendido de la centena mensual. Este patrón constante y en ascenso muestra una expansión de la actividad delictiva sin precedentes en el estado.
Durante 2022, cada mes se mantuvo por encima de los 100 casos: enero registró 129, febrero 142, marzo 145, abril 117, mayo 138, junio 156, julio 126, agosto 166, septiembre 163, octubre 166, noviembre 153 y diciembre 110.
En 2023, el panorama se agravó aún más. Enero alcanzó 168 casos, seguido de febrero con 176, marzo con 155, abril con 161, y mayo rompió récord con 236 casos, la cifra mensual más alta registrada en el estado. Junio tuvo 179, julio 174, agosto 175, septiembre 167, octubre 179, noviembre 196 y diciembre 115.

Tendencia en aumento y falta de acción
El 2024 no mostró mejoría. En enero se reportaron 162 casos, febrero subió a 213, marzo bajó ligeramente a 156, abril repuntó con 196, mayo se mantuvo elevado en 178, junio tuvo 171, julio 169, agosto 157, septiembre 198, octubre 190, noviembre descendió a 100 y diciembre finalizó con 106.
Para 2025, la crisis continuó: enero sumó 128 casos, febrero 140, marzo 143, abril 111 y mayo alcanzó los 161 casos, un crecimiento notable respecto al mes anterior y un reflejo de la constante amenaza que enfrentan los habitantes.
Lo más alarmante es que, pese a esta clara tendencia ascendente, el gobierno estatal sigue sin presentar una estrategia integral para contener y prevenir la suplantación de identidad. A diferencia de otras problemáticas, donde se han destinado recursos a campañas mediáticas y proyectos de infraestructura, la seguridad digital y la protección de datos personales han quedado relegadas.
Impactos y consecuencias del crimen en Nuevo León
El delito de suplantación de identidad no solo afecta la tranquilidad emocional de las personas, sino que también puede generar daños económicos graves. Muchos afectados se ven obligados a enfrentar fraudes financieros, contratos ilegales y deudas que jamás adquirieron.
A medida que la digitalización avanza y los procesos administrativos se vuelven más dependientes de plataformas electrónicas, los ciudadanos quedan expuestos a un riesgo constante. Los delincuentes aprovechan brechas en sistemas de protección y la falta de cultura de ciberseguridad para cometer sus delitos sin grandes obstáculos.
Además, las víctimas enfrentan un proceso largo y complicado para limpiar su historial y recuperar su identidad legal, lo que a menudo implica trámites burocráticos tediosos y costosos. Mientras tanto, el apoyo institucional suele ser limitado o insuficiente.
En un contexto en el que la confianza en las autoridades ya está golpeada por otros problemas de seguridad pública, la inacción frente al crecimiento de estos delitos digitales profundiza la sensación de desamparo entre la ciudadanía.
Desafíos para el gobierno y exigencias sociales
El incremento sostenido de casos debería ser una llamada urgente de atención para el gobierno estatal. Sin embargo, hasta la fecha, no se han dado a conocer planes específicos ni políticas públicas orientadas a frenar la suplantación de identidad.
Aun cuando se han realizado esfuerzos aislados, como la creación de unidades cibernéticas en algunas fiscalías y la promoción de ciertas medidas de seguridad digital, estas iniciativas no han sido suficientes para contener la ola de delitos. Los expertos coinciden en que se requieren políticas transversales que involucren desde la educación digital en escuelas hasta la modernización de sistemas de verificación y protección de datos en instituciones públicas y privadas.
Colectivos ciudadanos y organizaciones no gubernamentales han comenzado a alzar la voz, exigiendo medidas urgentes y efectivas. Reclaman que se destinen más recursos para reforzar la ciberseguridad y que se implementen campañas de concientización para la población sobre cómo protegerse y actuar en caso de ser víctimas.
Por otro lado, sectores empresariales también han manifestado su preocupación, pues la suplantación de identidad no solo afecta a individuos, sino que puede derivar en fraudes corporativos y en pérdida de confianza hacia el ecosistema digital de la región.
Mientras tanto, se observa un vacío de liderazgo claro para atender el problema. La ciudadanía demanda que el gobernador y su equipo tomen un rol activo y transparente en la construcción de soluciones. Se requiere un plan integral que no solo atienda los casos actuales, sino que también contemple medidas preventivas y correctivas a largo plazo.
El estado de Nuevo León se encuentra en una encrucijada: fortalecer sus sistemas de seguridad digital o continuar alimentando un problema que podría impactar la estabilidad social y económica de manera profunda. La decisión está en manos de quienes dirigen las políticas públicas, pero la urgencia es clara: actuar ya.
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