Las calles de Nuevo León se han convertido en un escenario de caos vial, contaminación creciente y accidentes cada vez más frecuentes. Detrás de este panorama se encuentra un problema que parece no encontrar solución: el colapso del transporte público, que hoy apenas concentra el 29 por ciento de los traslados diarios en el área metropolitana.
Lejos de ser un asunto aislado, esta caída en el uso del transporte colectivo refleja años de abandono institucional, decisiones políticas que priorizaron al automóvil particular y una población que, ante la falta de opciones dignas, optó por comprar un vehículo propio.
Consecuencias Cotidianas Del Caos
La baja dependencia del transporte público ha provocado que Monterrey se encuentre atrapado en su propio tráfico. Miles de automóviles circulan cada día por las principales avenidas, saturando los accesos a la ciudad y elevando los tiempos de traslado a niveles nunca vistos.
Los ciudadanos, cansados de largas filas y esperas en las paradas de camiones, han encontrado en la compra de un automóvil particular la única alternativa viable. Esto no solo ha disparado el parque vehicular, sino que ha convertido la movilidad en uno de los principales problemas reportados en encuestas ciudadanas.
Moisés López Cantú, especialista en movilidad, subraya que esta tendencia responde a políticas públicas mal enfocadas: “Si se construyen pasos a desnivel y autopistas urbanas que benefician al automóvil, la gente naturalmente decide comprar carro. El transporte colectivo queda rezagado”.
En Nuevo León, el uso de transporte público cayó del 68 por ciento al 29 por ciento en 40 años, afectado desde la pandemia.https://t.co/hyhwg4cFX8
— EL NORTE (@elnorte) September 29, 2025
Comparación Con Otras Ciudades
El retroceso del transporte público en Monterrey contrasta con lo que ocurre en otras metrópolis de América Latina. Ciudades brasileñas como Río de Janeiro registran un 75 por ciento de movilidad en sistemas colectivos, mientras Sao Paulo alcanza el 51.2 por ciento.
Buenos Aires, con un 50 por ciento, y La Paz, con un 65 por ciento, también superan ampliamente a la capital regiomontana. Incluso en Bogotá, donde el sistema TransMilenio ha enfrentado críticas, el 35 por ciento de los viajes se hacen en transporte público, superando de manera clara el 29 por ciento de Monterrey.
En México, la comparación tampoco favorece a Nuevo León. Guadalajara mantiene un 57.3 por ciento de viajes en transporte colectivo, y la Ciudad de México alcanza el 40 por ciento. Ambas cifras reflejan que, pese a retos de infraestructura y población, estas urbes han logrado sostener niveles más altos de confianza ciudadana en su sistema de movilidad.
Promesas Y Realidades en Nuevo León
El gobierno estatal presume haber arrendado casi tres mil unidades en los últimos años para reforzar la red de autobuses, pero la percepción ciudadana sigue siendo crítica. Usuarios reportan esperas de hasta una hora, condiciones precarias en muchas unidades y una falta de planificación que termina por desalentar el uso del sistema.
López Cantú recuerda que Monterrey no siempre estuvo en esta situación. En los años ochenta, cuando aún no se construían las actuales líneas del Metro, el 68 por ciento de los viajes diarios se realizaban en transporte colectivo. Aquel escenario mostraba una ciudad con un fuerte arraigo en la movilidad pública.
La realidad de hoy es muy distinta en Nuevo León. La pandemia de Covid-19 aceleró una crisis que ya se venía gestando, dejando al sistema en un estado del que no ha podido recuperarse. Para los especialistas, el reto es claro: no basta con sumar camiones; se necesita un rediseño integral de la movilidad.
Reto De Recuperar La Confianza
El camino para rescatar el transporte público pasa por decisiones estructurales. Ampliar las líneas del Metro, apostar por corredores de autobuses de tránsito rápido, garantizar tarifas justas y mejorar la seguridad en las unidades son algunas de las acciones urgentes que señalan los expertos.
Además, incentivar el transporte colectivo no solo alivia el tráfico: contribuye a reducir la contaminación atmosférica, mitiga el número de accidentes viales y fortalece la competitividad económica de la ciudad.
Para la población, la exigencia es inmediata. Tras años de promesas incumplidas, insisten en que la movilidad debe dejar de ser un discurso de campaña para convertirse en una política pública real. “La ciudad ya no aguanta más improvisaciones”, señalan colectivos ciudadanos.
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