En plena temporada de lluvias, un nuevo foco rojo se enciende en Monterrey: toneladas de escombro abandonadas por la construcción de la Línea 4 del Metro bloquean el cauce del Río Santa Catarina. La situación, lejos de ser un simple descuido, representa una amenaza directa para la seguridad y el equilibrio ecológico de la ciudad.
La alerta fue emitida por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), que tras una inspección reciente, exigió al Gobierno de Nuevo León retirar de inmediato el material acumulado. La presencia del escombro podría impedir el flujo del agua en caso de tormentas, aumentando el riesgo de inundaciones en zonas urbanas.
La situación ha despertado preocupación entre especialistas, ambientalistas y vecinos, quienes ven con inquietud cómo una obra pública que prometía mejorar la movilidad se transforma en un riesgo ambiental ante la falta de control en su ejecución.
El problema que nadie atiende
La Línea 4 del Metro ha sido presentada como una solución al transporte en la zona metropolitana. Sin embargo, el ritmo lento de avance y la falta de planificación adecuada han dejado consecuencias evidentes: residuos de obra depositados directamente sobre el cauce del río.
En vez de retirar el material, este ha sido abandonado por largos periodos en el lecho del Santa Catarina, lo cual contradice toda norma ambiental vigente. A esto se suma la ausencia de acciones concretas por parte del gobierno estatal para atender las observaciones de CONAGUA.
La advertencia es clara: si las lluvias se intensifican, el tiradero se convertirá en un obstáculo que podría desbordar el cauce y causar afectaciones a viviendas, vialidades y servicios en diversos sectores de la ciudad.
De promesa a amenaza: la historia del Metro
Cuando se presentó el proyecto de la Línea 4, se habló de modernidad, conexión y desarrollo. Pero conforme pasan los meses, la realidad contrasta con la expectativa. Los trabajos avanzan a paso lento, sin resultados visibles y con crecientes costos colaterales.
Uno de ellos es el impacto ambiental. El Río Santa Catarina, un ecosistema que ha sido intervenido en múltiples ocasiones, ahora enfrenta una amenaza por la acumulación de escombro y concreto. La zona ya ha sido históricamente vulnerable a las lluvias, como lo demuestra la tormenta “Alex” en 2010, por lo que cualquier obstrucción puede agravar un problema conocido.
Expertos coinciden: no se trata solo de un problema técnico, sino de una falta de responsabilidad en la gestión de los residuos. Cada metro cúbico de material abandonado representa una falla en la planeación, en la ejecución y en el seguimiento del proyecto.
🔴⚡️#ULTIMAHORA
— César Cepeda (@cesarmty) May 28, 2025
Ordena @conagua_mx al Gobierno de @nuevoleon el retiro inmediato de escombros y material de la construcción del Metro que mantiene en el cauce del Río Santa Catarina por riesgo de lluvias y posible crecida.#Monterrey pic.twitter.com/X2b3wwoAQR
Vecinos y expertos alzan la voz
La preocupación ya rebasó los límites técnicos. Vecinas y vecinos de Santa Catarina, así como activistas ambientales, han expresado su indignación ante la omisión de las autoridades estatales. El reclamo es unánime: el gobierno debe hacerse cargo del daño y atender la orden de CONAGUA antes de que las lluvias compliquen la situación.
Organizaciones civiles han documentado con imágenes y recorridos el avance del tiradero, señalando que el gobierno ha preferido guardar silencio en lugar de informar qué medidas tomará.
La falta de respuesta también genera dudas sobre otros aspectos del proyecto. ¿Qué protocolos ambientales se están siguiendo? ¿Existe una supervisión real? ¿Quién se hará responsable si ocurre una emergencia?
Hasta ahora, ni la Secretaría de Movilidad ni el propio gobernador Samuel García han dado declaraciones al respecto.
¿Y si las lluvias llegan mañana?
El tiempo es un factor crítico. La temporada de huracanes ya comenzó y cualquier tormenta intensa podría convertir el tiradero en un cuello de botella para el cauce del río. La acumulación de agua sin salida adecuada podría provocar inundaciones graves en zonas habitadas.
El problema no solo es ambiental: también es político y social. La administración estatal deberá explicar por qué una obra de transporte ahora pone en riesgo a la población y por qué, a pesar de las advertencias federales, no ha actuado de forma inmediata.
Mientras tanto, el tiradero sigue ahí. El riesgo también.
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